Extendiendo impresiones sobre el asedio LGBT a las lesbianas

Publicado originalmente en mi facebook el 11 de junio de 2020

Este 15 de junio sale mi segundo artículo en la revista Politique en el que hablo sobre cómo el movimiento LGTB no representa los intereses ni la realidad de las lesbianas, pero hoy me he visto movida a escribir un poco más al respecto por la situación de estrés que como lesbiana y feminista estoy viviendo estos días.

Aquí en España con motivo del orgullo se está produciendo muchísimo movimiento, no sólo el habitual de los discursos LGTB que nos olvida o reduce a una «orientación sexual» a las lesbianas, sino que además ahora tanto feministas como transactivistas están agitadas/os. Esto se debe a que al poco tiempo de entrar al gobierno, la directiva del partido Podemos afirmó que sacaría su nefasta «Ley LGTBI» antes del orgullo.
Consecuentemente, las feministas (entre las que algunas se auto-denominan radicales) están preparando campañas de acción para frenar la aprobación de la ley, mientras que los transactivistas se escudan en las plataformas de lobbying LGTB que buscan la simpatía del pin en la solapa entre personas que poco o nada saben de la realidad de las mujeres y de cómo nos afectaría esta ley.

Es evidente que cada vez que como mujer lesbiana leo las afirmaciones del transactivisno me siento violentada. La normalización de la automatización y el rechazo del cuerpo de las mujeres y las niñas, tan promovidas tradicionalmente por el patriarcado; la violencia con la que los hombres pretenden y exigen entrar en nuestros espacios; el discurso del techo de algodón (apología de la violación con victimismo exhibicionista del más aberrante); la promoción de roles de género en la infancia; incluso el total borrado de la identidad política de «lesbiana» intentando quitárnosla a las mujeres para el disfrute autoginefílico de los hombres.

Por supuesto, esto es ya el pan de cada día. El transactivismo y especialmente el basado en el «transfeminismo» (esa paja mental misógina del señor Julia Serano entre otros en la que se reivindica la feminidad patriarcal como lo que define el hecho de ser mujer) son la principal razón por la que necesité politizar aún más mi existencia lesbiana y cargarme de feminismo. Pero la alienación y la indignación ya no sólo vienen de sus discursos.
En el feminismo se sigue dejando de lado, silenciando, parasitando, tergiversando y borrando la existencia lesbiana y a las propias lesbianas. Algunas por fin comienzan a hablar de heterosexualidad obligatoria, ha hecho falta una gran pedagogía y sobrevivir a mil ataques que pretendían callarnos a las feministas lésbicas para conseguirlo, ataques que nos han desgastado personal y emocionalmente. Parece que por fin ya no es tabú hablar de una de las instituciones más importantes para la perpetuación del patriarcado, esa que las feministas radicales sí que tuvieron muy presente.

Sin embargo, se le vuelve a hacer al concepto aquel truquito patriarcal del vaciado de contenido: se mantiene la palabra pero se le cambia el significado. Para las feministas a secas la heterosexualidad obligatoria es interpretada (al igual que la existencia lesbiana) en términos patriarcales, usando ellas ahora este concepto para referir a una «opresión» que solamente sufriríamos las lesbianas (porque ellas no serían heterosexuales por obligación, sino por orientación sexual, natural). Con esto también se consigue que cuando se hable por fin de heterosexualidad obligatoria pronto se pueda dejar de lado: eso es algo que sólo afecta a las lesbianas, no es cosa del feminismo en sí, sino muy periférico.

Con esta acción el movimiento feminista está perpetúando el patriarcado, y lo que a mi parecer es peor, renunciando(atacando) a un análisis feminista para perpetuar ese patriarcado, la mayoría de las veces por un acto de ignorancia, no siempre pasiva. Y lo hacen precisamente porque en cuanto a lesbianas se refiere han preferido escuchar a los hombres y al movimiento LGTB que a nosotras, las lesbianas que han reflexionado su existencia, para definirnos.

Muchas de las que me estéis leyendo habréis leído también mi ensayo del mito de la orientación sexual, así como la herejía lesbiana de Sheila Jeffreys y sabréis que la concepción de orientación sexual ha sido promovida por los hombres desde lo LGTB para su propio beneficio y en detrimento de la opinión de las lesbianas que los acompañaban. Se hace ridículo que muchas mujeres y más aun las que se consideran feministas sigan dando validez a ese colectivo misógino que tantas veces ha traicionado a las mujeres y en especial a las lesbianas. Mientras en otros aspectos se enfrentan a él frontalmente, como en el asunto trans y los vientres de alquiler, cuando lo que está en juego es la capacidad de las lesbianas de reivindicar su realidad, las feministas autodenominadas heterosexuales son capaces de primar un análisis misógino a renunciar a la comodidad en la que les situa ese análisis: víctimas de la naturaleza en lo relativo a la opresión sexual de los hombres. Así mismo, las lesbianas somos bajo este prisma una excepción a la regla sin que nuestro análisis o práctica política contra el patriarcado tenga valor alguno.

Aquí surge otra alienación para las lesbianas con conciencia feminista. Ni el patriarcado, ni el movimiento feminista está reconociendo nuetsra realidad, es más, la están atacando y exponiéndonos a un continuo gaslighting del que hemos sido víctimas todas las lesbianas durante nuestra vida: hacernos creer que somos una minoría excepcional que no tiene nada que aportar ni lugar en las cuestiones políticas fundamentales.

En medio de toda esta movida además ocurren otros dos factores caóticos a nivel internacional: J. K. Rowling rompe su silencio ante el acoso y declara que existe la diferencia sexual (quién lo hubiese dicho?) posicionándose así contra estas políticas trans. Y con esto el asunto trans se vuelve de actualidad y se comenta masivamente.

Y por otro lado, en el nicho del feminismo y la comunidad lesbiana en redes se crea una agrupación llamada «LABTM» (lesbianas, asexuales, bisexuales, y hombres trans).El panorama en el condicionamiento de una feminista lésbica como yo es de completo asedio del imaginario misógino LGTB, por todas partes, incluidas las comunidades a las que una creía pertenecer, que en ambos casos, tanto feministas, como lesbianas, no han hecho en su inmensa mayoría el mínimo esfuerzo por adquirir una conciencia feminista con análisis lésbico.
Si lo hubiesen hecho, hubiesen dejado de lado una de las narrativas más desactivadoras que el patriarcado ha lanzado para acabar con el feminismo, si lo hubiesen hecho haría mucho que se habrían alejado de todo lo LGTB, análogos y derivados.

Para poner aún más en contexto, voy a hablar ahora de la historia de este colectivo al que las feministas que ignoran a las femisnistas lesbianas siguen aprobando y perpetúando en sus narrativas. Un hecho muy significativo es el que describe Ruthann Robson cuando habla sobre la domesticación de las lesbianas mediante la ley (esa ley patriarcal que muchas reverencian pero que como vemos finalmente sirve para que los hombres nos definan y controlen), cuenta cómo primero en EEUU las mujeres no tenían derecho de filiación con los hijos, si el padre lo decidía no estarían con su madre, quitando así hijos a las mujeres lesbianas por ley. Después un juez decidía con quién se quedaban dependiendo de las condiciones socioeconomicas de cada uno, donde solían ganar los padres. Más tarde cuando por fin era un proceso algo más justo la condición de lesbiana podía ser suficiente para que la custodia fuese del padre. La custodia nunca fue puesta en duda para los varones frente a las lesbianas, por lo que las lesbianas que querían tener hijos sufrían un gran riesgo al tenerlos con hombres heterosexuales, por lo que hicieron alianza con los hombres gays que les ofrecían su semen «altruistamente» para que ellas hicieran crianza. Pues bien, en los 80 surgió una oleada de padres donantes gays que exigieron a las lesbianas la custodia de hijos con los que no habían estado relacionados en años o décadasamparándose en ese magnífico sistema legal que ahora pretende regular nuestros espacios según el sentir masculino. Las organizaciones LGTB dejaron abandonadas a las lesbianas en favor de los gays, no les ofrecieron ayuda legal y apoyaron los derechos de los varones a «ser padres», ese primer constructo patriarcal que intenta hacernos creer que eyacular te une a la vida de alguna persona (o peor, que te da poder sobre ella).

La supremacia masculina nunca ha sido un problema para el movimiento LGBT, como ya estamos viendo al seguir la trayectoria con los vientres de alquiler. La propia narrariva de la orientación sexual es otra muestra de que este movimiento perpetúa el patriarcado de la manera que más convenga a los hombres (en este caso gays, trans y queer).
Las feministas y las lesbianas que se categorizan desde las narrativas LGTB deberían abrir los ojos o al menos dejar de taparse los oídos a lo que decimos las feministas lésbicas. Esta situación ya es insostenible y el ambiente de continuo ataque hará que si no nos escucháis vosotras nos tengamos que hacer oir, otra vez.

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