Describir, afirmarse y liberarse. Un pensamiento a ciertas actitudes deslegitimantes en el movimiento.

«La fidelidad descriptiva hacia los momentos principales de una violación en particular es una manera de mantenerse fiel a la yo misma que sobrevive al cambio. La descripción reflexiva del «cómo» de una violación en particular conforma la base para una narrativa que responde al terrorismo de los hombres sobre las mujeres… Al sobrevivir a la violación, ejerzo la decisión radical de negar el terror, de mantener la sangre, la vida, la cuerpa, separadas del mundo del violador. Estoy viva en parte por el indulto del violador y en parte por las decisiones radicales que llevé a cabo. Recuerdo cómo luché y cómo di importancia a mi vida.»

— Jeffner Allen, Lesbian Philosophy: Explorations

He traducido este fragmento porque he sentido que muchas mujeres querrán hacerlo suyo y me ha producido varias reflexiones.
Yo no he sufrido una violación, por suerte, pero me he sentido reflejada en él en tanto a mi necesidad de describir y tener presentes los abusos del sistema sociosanitario y la experiencia de una enfermedad que literalmente me desposeyó de mi cuerpa y mis facultades cognitivas, de mi vida, por completo, durante años. Aún hoy todas estas cosas siguen afectándome de muchas maneras, aunque no tan drásticas, y les doy su lugar y sobre todo le doy el lugar a aquello por lo que he pasado, me mantengo fiel a aquella mujer (muy niña aún durante gran parte de ese tiempo) que pasó y sobrevivió todo eso, y apelo a ese dolor y ese daño no para quedarme en él, sino explícitamente para darme el valor que implica haber pasado por ello y lo que he hecho de ello: haberlo sobrevivido.

Siento que muchas mujeres han pasado por experiencias tan horribles como es aquella de la violación, un momento de abuso grave y continuado ya sea en la pareja o en la familia y otros entornos sociales, enfermedades, accidentes y otros eventos traumáticos y efectivamente el acto de poder describirlo y reflexionarlo es uno de auto-afirmación más allá de esos hechos. En el caso de las mujeres que tenemos enfermedades crónicas o discapacidades esto (narrarlo, describirlo) es más complejo, la auto-afirmación muchísimas veces necesita ser más prolongada, porque siguen surgiendo vivencias que producen daño, que además remiten al daño que ya se ha vivido, vivencias que nos hacen tener que seguir sobreviviendo día a día, por lo que el análisis y la descripción fiel para darnos el valor que tenemos se puede convertir en algo fundamental y una práctica para mantenernos «íntegras», para tener una idea habitable de nosotras mismas y no ser devoradas por el dolor.

Siento también que últimamente en redes se está promoviendo una censura de este tipo de análisis y posiciones reflexivas, desde la categorización desproporcionada y descontextualizada de estas como «filosofía o economía de la miseria», especialmente cuando de ellas se producen análisis feministas, que a muchas nos permiten accionar personal y colectivamente para reducir la replicación de muchos de esos daños. Esta censura pareciese que pretenda dirigir desde su impostura el modo en el que se abordan las vivencias de las mujeres y cuáles sí y cuáles no son dignas de que les pongamos nuestra atención. Este dictamen a mi parecer está muy lejos de ser feminista, ya que el feminismo consiste en abordar las experiencias, pensamientos y necesidades de las mujeres, pero más explícitamente aquellas y aquellos que nos suponen un daño, siendo que el carácter del feminismo es explícitamente de liberación.

Entiendo el posicionamiento de las teorías que hablan de los resquicios de libertad inherentes en el ser mujer y accesibles en algún grado (quizás no lo suficiente a mi parecer, sin estrategias separatistas previas), y no creo que sean de ellas en sí mismas de las que emerjan estos intentos de restringir la reflexión y la voz de las mujeres. Lo cierto es que el feminismo me parece ir en una dirección diametralmente opuesta a esto en muchos casos y a muchos niveles, el feminismo busca encarecidamente encontrar cada herramienta, dinámica y símbolo destinados a nuestra opresión, siendo que en la experiencia de muchas mujeres todos estos se introducen de mil maneras y la única manera de combatirlos, como propuso el feminismo radical, es a través de tomar conciencia de ellos, con la verbalización (tantas críticas feministas al silencio para que ahora se pida de nuevo) y la generación de análisis que sólo puede conseguirse en ese compartir la experiencia.

Incomodar, hablar de cosas dolorosas y complicadas, exteriorizar la rabia, la vulnerabilidad, la tristeza y la violencia recibida, siempre han sido una parte fundamental del feminismo, un motor de creación de significados y afirmación de nosotras mismas, tanto individual como colectivamente.
Poder recibir la comprensión profunda de otra mujer nos afirma nuestra realidad, como decía Sarah Hoagland, realidad que normalmente carece de respaldo simbólico y narrativo en nuestro mundo dominado por el lenguaje de los hombres. Para lograr la comprensión de cosas complejas hay que hacer una descripción exhaustiva de las mismas, y desde los valores utilitaristas en las relaciones que todas hemos aprendido, es habitual no querer pasar por ese proceso, la atención a una realidad compleja (y más si lo que muestra es desagradable) requiere más esfuerzo que simplemente desecharla, malinterpretarla desde una narrativa dominante (y de dominación) de esas que desestiman el testimonio de las mujeres, que nos llaman locas, exageradas, victimistas o poco prácticas. Todas son narrativas para justificar posturas de discriminar sobre quién es digna de recibir atención y quién no, y es curioso que vuelva a pasar que parecen más dignas las mujeres que presentan sólo los problemas superficiales más generalizados entre las que menos problemas tienen.

Se está apelando de nuevo a una universalización de la experiencia de las mujeres que hace aguas por todas partes y que sobre todo, como ocurrió con el feminismo de la igualdad para con los hombres (quizás a estas tendencias en redes tuviésemos que llamarlas feminismo de la igualdad para con las mujeres), está poniendo palos en las ruedas a la capacidad organizativa y de manifestación de las mujeres que tienen realidades complejas invisibilizadas por el sistema y re-invisibilizadas por este llamado a la censura/desprecio/descrédito.

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